Parece que en estos días, con la llegada de la primavera, los inspiradores de este blog andamos un poco perezosos a la hora de compartir nuestras experiencias viajeras y “guachinchiles”.
Cuando empieza el buen tiempo siempre me acuerdo de los maravillosos años que viví en Barcelona. En esta época la ciudad empezaba a desperezarse del suave invierno y comenzaba una explosión de color y sonido.
Yo vivía en el corazón del barrio de “El Raval”. Con corazón no utilizo una metáfora. Entre los edificios de un lado y el otro de la calle, a la altura del tendido eléctrico había un enorme corazón que se iluminaba cuando se encendía el alumbrado público (me encantaría saber a quién se le ocurrió…).
Haciendo esquina entre mi calle (Carrer Guifrè) y Joaquin Costa, hay una panadería pastelería que no tiene desperdicio. Les recomiendo firmemente que se pasen por allí si tienen la suerte de pasear por Las Ramblas y la zona del Macba (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona).
Recuerdo con gran cariño los enormes muffins (magdalenotas) de chocolate que me vendía el pastelero o su mujer cuando volvía cansada del trabajo a casa.
Un día, que no había gente en el establecimiento, me preguntó que de dónde era, por el acento sabía que no era catalana. Yo le dije que de Canarias. Sorprendentemente, el endulzador de paladares, comenzó a hacer aspavientos y a decirme: Vaya, paisana, somos casi del mismo lugar. Yo extrañada le pregunté: ¿de donde eres tú?. Él, con toda la normalidad del mundo, me contestó: De El Aiún, a nada, a ocho horas en patera de Canarias, hermana.
Mi Barcelona es así.
jueves, 13 de marzo de 2008
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1 comentario:
Con todas las historias que tengo de Barcelona.
A ver si se desperezan y apechugan, ¡que hay mucho que contar!
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