Hace dos noches hablaba con un amigo sobre la amenazante crisis económica que, según parece, se nos viene encima. Tomábamos unos montaditos en ‘El Valle-La Taberna’, en La Orotava, un lugar donde parece que el tiempo se detiene, y en el que te sientes felizmente anestesiado de los desequilibrios de lo cotidiano. Este lugar se ha puesto muy de moda no sólo por su delicioso almogrote, su buen vino y sus ricas tapas; es una referencia social imprescindible durante toda la semana y un punto de encuentro obligado, en el que suceden agradables tertulias en un ambiente de sana camaradería. En sitios como éste a cualquiera se le olvida la crisis mundial. De hecho, esta tasca ha conseguido revitalizar el ocio de la zona centro, sin menospreciar la labor del ‘Parada’ y ‘El Kiosco’, bares que han estado siempre en la brecha. Incluso se ha visto beneficiada la histórica sala de arte ‘La Añepa’, que vive uno de sus mejores momentos: ha trasladado el escenario del patio al interior del local y mantiene cierta regularidad en su agenda de conciertos, con grupos locales de calidad. Entre ellos Nicotine Swing, los herederos de la música de Django Reinhardt y del swing gitano de mediados del siglo XX, toda una sorpresa, con una propuesta interesantísima que deseo tenga largo recorrido. En la guitarra rítmica tienen al inquieto Dani Morales, un cantautor en la senda del templadismo de Jorge Drexler y la sutileza interpretativa de Caetano Veloso, que se embarca en este proyecto de buen gusto y elegancia musical, muy alejado de sus ritmos brasileños y sus delicadas canciones. Él es uno de los protagonistas del dulce momento que pasa la movida musical orotavense, junto a Altraste, Jeroglífico, Patafísica y Karlovy Vary. Por cierto, este último grupo está de enhorabuena tras haber logrado el segundo puesto en un concurso que le da el pase a una actuación en el Festival Eólica de este año, según he entendido;ya empiezan a caer los éxitos para esta fresca y arriesgada propuesta. La guinda perfecta para este rico pastel que estamos disfrutando sería la reapertura de ‘La Canela’, que según cuentan, lo hará en breve y con el mismo concepto de su primera época, cuando era una sala de conciertos de categoría en la que llegaron a actuar artistas de la talla de Javier Álvarez. Y esto lo digo sin querer quitar mérito a la iniciativa de ‘La Añepa’, muy de agradecer, pero es cierto que la nueva ubicación del escenario divide al público en dos sectores: uno atento a las actuaciones, el que queda más próximo al escenario; y el otro, el que ocupa el fondo de la barra, entregado a la conversación consuetudinaria.Según me dicen, en esta parte de la sala no se oye bien la música y esto crea una situación de tensión que sufren fundamentalmente los grupos. En el último concierto de Nicotine Swing quedó patente lo que escribo - su contrabajista pidió hasta el aburrimiento silencio durante la actuación, pero se le hizo caso omiso-; sin embargo, se vivieron momentos muy intensos con el fraseo íntimo del guitarrista solista, Nacho, y con los evocadores solos del joven acordeonista Pablo, un activo y prometedor teclista. Propuestas tan selectas como estas necesitan y merecen un ambiente libre de artefactos. Por cierto, ésta es mi columna de estreno.Tomo prestado el título de una canción de mi admirado Luis Alberto Spinetta para encabezarla, y prometo escribir gozoso sobre nuestra actualidad musical. Será para mí un placer…
EXTRAIDO DE http://www.atadoatufrontera.es/ (José M. Salamanca)
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