La Rioja es un emparedado geográfico y culinario. Untado por el Ebro y sus afluentes, embadurnado por el prestigioso arte del fogón vasco, navarro inclusive, lo tapan Castilla, Aragón y sus asados. Reducido a las mesas por una botella, ¡no sólo de vino se riega esta región!.
Legitimada por intereses socio-económicos oficiosamente, nace en el ochenta y dos de mil novecientos abandonando las reprimidas provincias de Castilla La Vieja por la “gracia de dios”.
La Rioja es una huerta con un oasis representado en Logroño y la visita obligada a la calle Laurel que es una trompa de elefante con rincones imborrables por olores y especialidades. No son El Bulli, mejor que todo eso, son pinchos naturales por frescos, de la huerta riojana, combinados creativamente. No es necesario mesa y mantel para enterarnos que hemos comido. Eso, para un visitante, representa la Travesía del Laurel.
Locales separados por el sabor y apenas un muro, para darse vida, como si de una feria se tratase. El champiñón es protagonista en la historia contemporánea de la calle. El Soriano es uno de eso rincones regado de servilletas en el suelo y una plancha rebosante de blanquísimos champiñones con el tamaño adecuado; eso, y un tinto de la tierra.(continuará)
abraham barrroso martín (elvallelataberna@gmail.com)
martes, 1 de julio de 2008
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